Catharose de Petri se dirige a los alumnos de la Escuela Espiritual de la Rosacruz Áurea indicandoles el modo tan exacto en que el estado de conciencia colectivo de la humanidad se expresa en un determinado estado de vida de cada individuo.
Así, el ser humano crea su propio suelo nutricio, el campo que siembra y del que se alimenta , y su palabra expresa lo que le anima, irradia lo que anida en su corazón.
A partir de la constatación de la realidad imperante, la autora dirige la atención del alumno al fundamento que late en su ser más íntimo, afirmando que existe una fuerza original eterna enterrada en el ser humano como una semilla. Esta fuerza, cuando se crean las condiciones adecuadas, puede desplegarse y manifestar una nueva dinámica vital.
Para posibilitar el despliegue de esa nueva realidad, Catharose de Petri sostiene que en el ser humano se ha de producir una transformación completa que le permita convertirse en un servidor de la Palabra, la Palabra Viva que yace enterrada en su corazón. Esta Palabra es llamada en la Enseñanza Universal «el Misterioso Nombre de Dios», la radiación divina que da la Vida.
Al hilo de la sabiduría plasmada en diversas fuentes del legado espiritual de la humanidad tales como la Gnosis Hermética o la Voz del Silencio, la autora coloca al alumno rosacruz ante las exigencias inherentes al camino que tendrá que recorrer si quiere religarse con su verdadera identidad y vivir de la Palabra de su origen más íntimo. Para ello incide especialmente en cómo lo narrado en los Evangelios atrae la atención sobre procesos que han de realizarse en su propia vida.